martes, 3 de abril de 2012

Mi Semana Santa


La Semana Santa me recuerda a canciones que marcaron mi vida. Me recuerda a momentos de incertidumbre, de dudas e incluso de desesperación. Me recuerda a marchas de procesión, a esa saeta al final del Entierro, y a la Virgen del Valle. Me recuerda a incienso y a lluvia.
El Domingo de Ramos me recuerda a ese “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, y a “Cristo vence, Cristo reina”, y a una tarde con mis amigas. El Jueves Santo me recuerda a la Hora Santa, a Jeremías, a llegar a casa a las 12 de la noche y ponerte a ver la salida de la Macarena de Sevilla con tu madre mientras te comes un rosco con un vaso de leche. El Viernes Santo me recuerda a levantarte antes de las 8 de la mañana para ver la Embajá de San Juan, rezar el Via Crucis por las calles del pueblo, llegar a tu casa y desayunar por segunda vez, irte a Loja para estar con la familia y que tu abuela te cebe en el almuerzo, bajar a ver el Encuentro entre Jesús y Santa Marcela y escuchar las saetas de los Incensarios y el Miserere; sobre las 8, volver a Deifontes, comer algo corriendo, cambiarte de ropa, coger el instrumento e irte a tocar en la procesión. El Sábado Santo me recuerda a madrugar para ir a rezar por la mañana en la parroquia, y esperar con ansias que llegue la noche; a las 11, comienza la misa más larga del año, pero para mí la más bonita y emotiva; la Vigilia Pascual me recuerda a un órgano que suena en la oscuridad, a muchas risas porque siempre pasa algo, a gente que se esconde para que no los mojen, a alguien que al acabar la misa siempre empieza a cantar “Hoy el Señor resucitó” sin música y sin nada, y el resto le seguimos. El Domingo de Resurrección me recuerda a “Cristo ha resucitado”, a salir de tapas con la familia después de misa, y a ir por la tarde a Granada con los monaguillos.
Cuantos momentos, sentimientos y personas hay detrás de estos recuerdos. Cuantos sueños, esperanzas y miedos. Este año, la Semana Santa me recuerda a lo que fui, a cómo he cambiado, y cuánto le debo muchas personas que tengo a mi alrededor. Este año, la Semana Santa me recuerda que, como el hijo pródigo, después de perderme un día volví a casa.

lunes, 26 de marzo de 2012

Encuentro Nacional de Jóvenes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad

Pues en esto que de repente te encuentras montada en un coche, dirección a Madrid, enlatada en el asiento trasero, con otras cuatro personas. Después de tanto pensarlo y repensarlo, el caso es que al final has decidido ir, aún sabiendo que dejas atrás muchas otras cosas, y sin estar seguro de que has tomado la decisión correcta. Pero el caso es que allí estás, un 23 de marzo, camino al XXVIII Encuentro Nacional de Jóvenes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Por supuesto, vas sin tener ni idea de a qué, dejando atrás muchos planes y personas, sin conocer apenas a nadie, y con la cabeza llena de dudas y el corazón de miedos. Dos días después, cuando recorres las mismas carreteras, pero esta vez de vuelta a Granada, te das cuenta de que realmente el Señor quería que estuvieses allí, y de que lo que has vivido en esos días ha sido un gran regalo.
Y es impresionante. Es impresionante el momento en el que te encuentras rodeada de personas que, con sus defectos y sus dificultades, ponen su vida a disposición de Dios y al servicio de los demás. Es impresionante escuchar su testimonio, y convivir con ellos. Es impresionante cuando te das cuenta de que Cristo sigue contando contigo, que tu acción es necesaria. Es impresionante compartir la experiencia con cuatro tesoros que Dios ha puesto a tu lado, parte de tu comunidad, tus amigos y familia. Es impresionante cuando te das cuenta de que formas parte de un gran proyecto de Dios, que se llama Movimiento de Cursillos de Cristiandad, y sientes que realmente es tu lugar, donde el Señor quiere que estés. Y, sobre todo, es impresionante cuando te das cuente de que, en la aventura de la evangelización de tu día a día, nunca estás sola,. sino que Dios está contigo y una Iglesia entera reza por ti.
Queda muchísimo que hacer, y sólo con Dios podemos llevarlo a cabo. Pongámonos en marcha, juntos, unidos en la oración. Y recuerda: Cristo y yo, mayoría absoluta. ¡No tengas miedo!

lunes, 12 de marzo de 2012

Esta soy yo



Soy testaruda y cabezona a más no poder. Eso en muchas ocasiones es un gran defecto, pero a la vez me ayuda a perseverar hasta conseguir lo que quiero. Me gusta perderme entre mis recuerdos; tengo cierta facilidad para pasar página y olvidar los malos momentos. Desde fuera quiero aparentar ser fuerte, pero me vengo abajo con demasiada frecuencia. Soy amante de la música de los 20, 30, 40, 50, 60 y 70. Tengo miedo de lo que desconozco y, especialmente, de la soledad. Me dan pánico los aviones. Me encanta encontrarme por la calle con gente que hacía tiempo no veía. Soy incapaz de tener tiempo libre; prefiero dedicar mi vida entera a hacer lo que me gusta. Me cuesta mucho ponerme a ver una película y, cuando lo hago, normalmente estoy haciendo otra cosa a la vez. Me encanta sentarme y ver atardecer. Soy contraria a cualquier estereotipo y generalización. No me considero ni de ciencias ni de letras, ni siquiera artista. Me gusta siempre aprender cosas nuevas. Soy muy impulsiva, especialmente a la hora de tomar decisiones. Amo la música. Tengo demasiada tendencia a querer ser la protagonista, y que me reconozcan mis logros. Siempre sé más de lo que aparento saber, aunque a veces soy demasiado inocente y me cuesta ver aceptar que alguna gente sea tan retorcida. Sé guardar un secreto. Tengo por costumbre intentar llevarme bien con todo el mundo  y, excepto casos muy concretos, lo consigo. Soy totalmente contraria a las modas. Me dan miedo los bichos, especialmente las arañas y los saltamontes. Me considero tremendamente afortunada por la vida que me ha tocado vivir. No creo en los príncipes azules, pero sí en el amor. Amo Granada y Deifontes (esto último lo mantengo en secreto), aunque no me identifico con ninguno de los dos. Me encanta estar todo el día en la calle, pasear sin rumbo, salir de tapas, tomar un café con alguien y, por qué no, salir de fiesta. Soy protestona e inconformista. Me gustan las personas con quienes puedes tener conversaciones sobre filosofía, política o religión y debatir con argumentos y sin faltas de respeto. Me cuesta conocer gente nueva y abrirme a los demás.  Soy especialista en actuar bajo presión. Odio los médicos y los hospitales. Me encantan las fiestas de pueblo y las verbenas. Nunca olvido una cara. Me gusta escribir, y contarle al papel todas las penas que no me atrevo a contar a nadie. Cambio de humor con demasiada frecuencia. Normalmente soy optimista, y me gusta rodearme de gente que también lo es. Me encanta el queso y todo lo dulce. Soy poco detallista. Muy pocas veces me verás llorar en público. Me encanta viajar. Tengo mal ganar, y muy mal perder. Cuando las cosas no salen como yo quiero, me enfado. No soy rencorosa; perdono con facilidad. Nunca me he preocupado en exceso por el futuro; siempre he pensado que lo que tenga que venir, vendrá, y ya habrá tiempo de plantarle cara en su momento.
Soy esto, y muchas cosas más. En resumen, soy  resultado de todos aquellos sueños, los que se rompieron y los que se hicieron realidad; de todo lo que aprendí a través de las personas, lo bueno y lo malo; de aquellas amistades de hace años, las que se perdieron y las que permanecieron; de todos aquellos momentos musicales, con acordes mayores y menores; de aquellos viajes, a tierras lejanas o a tu propio hogar; de muchas horas en un autobús, viendo amaneceres y atardeceres; de momentos de risa, y de llanto; de largas conversaciones hasta altas horas de la madrugada; de ilusiones, y de desesperanzas; de muchos atardeceres de reflexión en la playa; de páginas y páginas llenas de sentimientos y esperanzas; de deseos de cosas imposibles; de despedidas, y encuentros con personas nuevas; de momentos inolvidables, tanto buenos como malos; de experiencias que me cambiaron la vida; de miles de sonidos en noches de verano; de canciones que me recuerdan a aquel momento concreto; de elecciones extrañas que me han traído hasta aquí; de personas que con su existencia han llenado mi vida. 
Resultado de todo aquello que viví, sentí, escuché, lloré, reí, anduve, vi, luché, abandoné, soñé y amé.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Carta a una vieja amiga


Estimada Soledad:
Buenas. Me alegra saber que aún existes. No me caes bien, ya lo sabes, pero de ti aprendí grandes cosas. Durante largos años fuiste mi compañera, y sobrevivimos a base de recuerdos, historias inventadas, sueños y deseos. Y ahora, después de meses sin vernos, te vuelvo a ver venir de lejos... Lo siento, pero yo así no sé vivir. A lo mejor hay quién sí, capaz de llevar una vida melancólica, bohemia, anhelante... Pero yo no. Prefiero vivir el presente, segundo a segundo, disfrutar de cada momento, que perderme en mundos de recuerdos y sueños volátiles. Por eso te advierto: no aparezcas por mi vida. No eres bien recibida. Y como sé de qué pie cojeas, no me vas a pillar por sorpresa. Eres muy tentadora. Demasiado. Pero no volveré a caer. Porque ahora sé muchas cosas que antes no sabía. Porque ahora soy más fuerte de lo que era antes. Porque ahora no te tengo miedo como antes. Porque ahora he conocido otra forma de vivir, sin ti. Y prefiero que siga siendo así por siempre.

domingo, 5 de febrero de 2012

Tardes de domingo

Hoy ha sido de esas tardes que se pueden considerar perdidas, académicamente  hablando. Pero necesitaba encontrarme conmigo misma, pensar qué narices me pasa, por qué no consigo ilusionarme con las cosas como antes. Hasta que hoy he conseguido encontrar la respuesta.
Llevo unos días en los que, por diversas circunstancias, me acuerdo mucho de algunos momentos de mi pasado, de cuando era niña, o de cuando estaba en el instituto. Nunca hasta hoy me había dado cuenta de hasta qué punto nos puede marcar las heridas que sufrimos en el pasado. Y mi problema es que aún no las he superado.
Es cierto que mi corazón de piedra ya ha sufrido muchos mazazos, y afortunadamente poco a poco se resquebraja más y más, pero también es verdad que hay partes que se han fortalecido. El problema es que tengo miedo. Siempre he sido una cobarde, y cada día que pasa me doy más cuenta. Tengo miedo a amar. Tengo miedo a que las personas que ahora me dicen que me quieren, dentro de un tiempo ya no les importe. Tengo miedo de aburrir a la gente. Tengo miedo de que se olviden de mi...y volver a sentirme sola. Y es que quién se ha sentido completamente solo en el mundo, vagabundeando entre un montón de gente, sabe perfectamente a qué me refiero.
Y tanto me preocupa lo que puedo perder, que no soy capaz de valorar lo que tengo, que es muchísimo. Esta historia sería exactamente la misma de siempre, si no fuera porque hoy me he dado cuenta de que hay un tercer personaje, que se llama Cristo, y que también forma parte de esto. Y que, de cualquier manera, es el que da sentido a todo. Al fin y al cabo, cuando las cosas estaban difíciles, cuando nadie me podía ayudar, Él lo hizo. Cuando nadie creía en mí, Él creyó. Cuando parecía que nada tenía solución, Él me enseñó que sí. ¿Se puede pedir algo más que alguien que te ama tanto que dio la vida por ti? ¿Se puede tener algo más que la Amistad de alguien que te ha regalado todo este tesoro? ¿Qué más necesito? ¿De qué voy a tener miedo? Me lo repito a mí misma una y otra vez, mientras pienso: "ay, pequeña....te queda tanto que aprender..."

sábado, 4 de febrero de 2012

11 meses

11 mesesitos hace ya. Tenía en mente dedicarle unas palabras cuando hiciera un año, pero como soy impaciente y cabezona, no puedo esperar, así que lo hago ahora.
Un día como hoy, hace 11 meses, llegué a una casa en La Zubia, con una gente a la que no conocía, a hacer algo que llamaban un Cursillo de Cristiandad, del cuál había escuchado poco hablar. Recuerdo que de última hora casi me arrepentí de haber dicho de ir, porque me daba una pereza impresionante tener que hacer la maleta, tener que intentar conocer gente nueva, y todo sin tener ni idea de para qué me iba a servir a mi aquello. 
El caso es que sin saber cómo ni por qué, me planté aquel viernes en el Palacio de Congresos, con mi maleta, esperando encontrar al grupo de gente con el que iba a compartir aquel fin de semana, sin saber que iba a compartir mucho más que eso...
¿Qué contar sobre aquellos 3 días? La verdad es que me doy cuenta de que tengo muchas lagunas en cuanto a qué hicimos, o qué me dijeron, pero en cambio sí recuerdo exactamente qué sentí en cada momento. Recuerdo que la primera noche me llevé un palo bastante grande, porque alguien me echó abajo el pequeño cimiento sobre el que yo edificaba mi vida, y me dí cuenta de que había demasiadas cosas en mi vida que no me hacían ninguna gracia. Sí, a mí si me disteis la noche. Y recuerdo que aquella noche me sentí profundamente sola y perdida. 
El día siguiente fueron demasiadas cosas juntas, y yo estaba hecha un lío. Y conforme pasaba el día, yo estaba cada vez más desorientada. Sólo sabía que no quería seguir con la vida que llevaba hasta ahora, que en el fondo era tremendamente infeliz, que actuaba por inercia, y que era una egoísta de poca monda. Y yo me hacía llamar cristiana....y yo creía que tenía fe... y yo creía que sabía algo de aquello... Y aquellas personas, que ya empezaban a tener nombres propios y me eran un poquito menos desconocidas, me decían que daba igual, que Cristo me amaba y que se podía empezar de nuevo... Pero el problema es que yo no me podía perdonar a mí misma...
Hasta el domingo, cuando el Señor me perdonó y yo conseguí perdonarme también. Y decidí que sí, que empezaría de cero. Tenía un lío en la cabeza bastante considerable, pero también tenía la esperanza de que aquello no se iba a acabar en aquel fin de semana. El Señor llevaba toda mi vida buscándome, de eso estaba segurísima. Y ahora que quería conocerlo más que nunca, no me iba a dejar sola.
Durante aquella clausura, me dijeron que las cosas no iban a ser fáciles, que ahí fuera había dificultades (yo ya ni me acordaba de que fuera de aquella casa había vida), pero yo estaba tan segura de que iba a cambiar mi vida a partir de entonces que no hice mucho caso. Por supuesto, después me pegué un batacazo enorme, pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.
Lo importante, es que aquel fin de semana fue el principio de algo nuevo. Que aunque yo en aquel momento no me enteraba de nada (de eso me empiezo a dar cuenta ahora), algunos meses después las cosas empezarían a verse más claras. Que muchos de los que conocí aquel fin de semana, ahora sois parte insustituible de mi vida. Y sobre todo, que aquel fin de semana, por primera vez, alguien me dijo que era imprescindible, insustituible, y que Cristo contaba conmigo.

sábado, 28 de enero de 2012

Es el momento

Dicen que la vida es eso que pasa mientras haces otros planes. Yo creo que la vida es eso que ves pasar como un película, mientras esperas el momento que parezca más oportuno para entrar a formar parte de ella. A veces nos conformamos con ser los actores secundarios de nuestra propia historia, con dejar que nos lleve el viento de un lado a otro. Vivimos con la cabeza agachada, sin querer mirarnos a nosotros mismos, y a lo que tenemos delante nuestra. De vez en cuando reímos, de vez en cuando lloramos, pero realmente lo hacemos por rutina, más que porque de verdad lo sintamos. Somos capaces de sonreír por la mañana aunque no seamos felices, porque sabemos que debemos hacerlo; somos capaces de aconsejar a la gente que nos pide ayuda, porque sabemos que lo necesitan; somos capaces de muchas cosas, pero nos falta algo. Nos falta esa chispa, esa ilusión, ese brillo en los ojos, esa sensación en el pecho que nos hace sentir que somos capaces de cualquier cosa. Nos falta creérnoslo. Nos falta ser conscientes de que es posible, de que merece la pena, de que somos imprescindibles, de que esto es una gran aventura, de que cuenta con nosotros, de que hemos encontrado el tesoro que llevamos toda una vida buscando. Creo que se nos olvida con demasiada frecuencia.
Por mi parte, no pienso seguir así. No después de haber probado lo que significa ser feliz de verdad. No después de saber que hay otra forma de vivir. No después de haber comprobado que no estoy sola. Y no me rendiré. Porque sé que pasará, y habrá momentos mejores. Porque sé que siempre se puede volver a empezar de cero. Porque sé que este es mi camino, y que aunque algún día descubra que no lo es, no tendré problema en coger otra senda, pero ya nadie me quitará lo que he vivido. Porque sé que la vida no se mide por minutos, sino por sueños, ilusiones y esperanzas. Porque sé que cada día es una nueva oportunidad para ser feliz. 
Hasta aquí hemos llegado. Hoy voy a cambiar mi vida. Hoy paso a ser la protagonista de ella. Si las cosas no pueden ser como yo quiero, querré las cosas tal y como son. Si no puedo cambiar a las personas que hay a mi alrededor, cambiaré mi manera de mirarlas. Hoy, me agarro al único que da sentido a una vida entera, me desprendo de todo lo que me sobra, cojo lo imprescindible, y miro hacia adelante. Y al mirar, veo un montón de nombres que me acompañan, con los que quiero compartir mi día a día. Y así, pasito a pasito, vuelvo a ese sendero que me lleva hacia la aventura más grande que se haya visto jamás: una vida con Cristo.