sábado, 4 de febrero de 2012

11 meses

11 mesesitos hace ya. Tenía en mente dedicarle unas palabras cuando hiciera un año, pero como soy impaciente y cabezona, no puedo esperar, así que lo hago ahora.
Un día como hoy, hace 11 meses, llegué a una casa en La Zubia, con una gente a la que no conocía, a hacer algo que llamaban un Cursillo de Cristiandad, del cuál había escuchado poco hablar. Recuerdo que de última hora casi me arrepentí de haber dicho de ir, porque me daba una pereza impresionante tener que hacer la maleta, tener que intentar conocer gente nueva, y todo sin tener ni idea de para qué me iba a servir a mi aquello. 
El caso es que sin saber cómo ni por qué, me planté aquel viernes en el Palacio de Congresos, con mi maleta, esperando encontrar al grupo de gente con el que iba a compartir aquel fin de semana, sin saber que iba a compartir mucho más que eso...
¿Qué contar sobre aquellos 3 días? La verdad es que me doy cuenta de que tengo muchas lagunas en cuanto a qué hicimos, o qué me dijeron, pero en cambio sí recuerdo exactamente qué sentí en cada momento. Recuerdo que la primera noche me llevé un palo bastante grande, porque alguien me echó abajo el pequeño cimiento sobre el que yo edificaba mi vida, y me dí cuenta de que había demasiadas cosas en mi vida que no me hacían ninguna gracia. Sí, a mí si me disteis la noche. Y recuerdo que aquella noche me sentí profundamente sola y perdida. 
El día siguiente fueron demasiadas cosas juntas, y yo estaba hecha un lío. Y conforme pasaba el día, yo estaba cada vez más desorientada. Sólo sabía que no quería seguir con la vida que llevaba hasta ahora, que en el fondo era tremendamente infeliz, que actuaba por inercia, y que era una egoísta de poca monda. Y yo me hacía llamar cristiana....y yo creía que tenía fe... y yo creía que sabía algo de aquello... Y aquellas personas, que ya empezaban a tener nombres propios y me eran un poquito menos desconocidas, me decían que daba igual, que Cristo me amaba y que se podía empezar de nuevo... Pero el problema es que yo no me podía perdonar a mí misma...
Hasta el domingo, cuando el Señor me perdonó y yo conseguí perdonarme también. Y decidí que sí, que empezaría de cero. Tenía un lío en la cabeza bastante considerable, pero también tenía la esperanza de que aquello no se iba a acabar en aquel fin de semana. El Señor llevaba toda mi vida buscándome, de eso estaba segurísima. Y ahora que quería conocerlo más que nunca, no me iba a dejar sola.
Durante aquella clausura, me dijeron que las cosas no iban a ser fáciles, que ahí fuera había dificultades (yo ya ni me acordaba de que fuera de aquella casa había vida), pero yo estaba tan segura de que iba a cambiar mi vida a partir de entonces que no hice mucho caso. Por supuesto, después me pegué un batacazo enorme, pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.
Lo importante, es que aquel fin de semana fue el principio de algo nuevo. Que aunque yo en aquel momento no me enteraba de nada (de eso me empiezo a dar cuenta ahora), algunos meses después las cosas empezarían a verse más claras. Que muchos de los que conocí aquel fin de semana, ahora sois parte insustituible de mi vida. Y sobre todo, que aquel fin de semana, por primera vez, alguien me dijo que era imprescindible, insustituible, y que Cristo contaba conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario