miércoles, 29 de febrero de 2012

Carta a una vieja amiga


Estimada Soledad:
Buenas. Me alegra saber que aún existes. No me caes bien, ya lo sabes, pero de ti aprendí grandes cosas. Durante largos años fuiste mi compañera, y sobrevivimos a base de recuerdos, historias inventadas, sueños y deseos. Y ahora, después de meses sin vernos, te vuelvo a ver venir de lejos... Lo siento, pero yo así no sé vivir. A lo mejor hay quién sí, capaz de llevar una vida melancólica, bohemia, anhelante... Pero yo no. Prefiero vivir el presente, segundo a segundo, disfrutar de cada momento, que perderme en mundos de recuerdos y sueños volátiles. Por eso te advierto: no aparezcas por mi vida. No eres bien recibida. Y como sé de qué pie cojeas, no me vas a pillar por sorpresa. Eres muy tentadora. Demasiado. Pero no volveré a caer. Porque ahora sé muchas cosas que antes no sabía. Porque ahora soy más fuerte de lo que era antes. Porque ahora no te tengo miedo como antes. Porque ahora he conocido otra forma de vivir, sin ti. Y prefiero que siga siendo así por siempre.

domingo, 5 de febrero de 2012

Tardes de domingo

Hoy ha sido de esas tardes que se pueden considerar perdidas, académicamente  hablando. Pero necesitaba encontrarme conmigo misma, pensar qué narices me pasa, por qué no consigo ilusionarme con las cosas como antes. Hasta que hoy he conseguido encontrar la respuesta.
Llevo unos días en los que, por diversas circunstancias, me acuerdo mucho de algunos momentos de mi pasado, de cuando era niña, o de cuando estaba en el instituto. Nunca hasta hoy me había dado cuenta de hasta qué punto nos puede marcar las heridas que sufrimos en el pasado. Y mi problema es que aún no las he superado.
Es cierto que mi corazón de piedra ya ha sufrido muchos mazazos, y afortunadamente poco a poco se resquebraja más y más, pero también es verdad que hay partes que se han fortalecido. El problema es que tengo miedo. Siempre he sido una cobarde, y cada día que pasa me doy más cuenta. Tengo miedo a amar. Tengo miedo a que las personas que ahora me dicen que me quieren, dentro de un tiempo ya no les importe. Tengo miedo de aburrir a la gente. Tengo miedo de que se olviden de mi...y volver a sentirme sola. Y es que quién se ha sentido completamente solo en el mundo, vagabundeando entre un montón de gente, sabe perfectamente a qué me refiero.
Y tanto me preocupa lo que puedo perder, que no soy capaz de valorar lo que tengo, que es muchísimo. Esta historia sería exactamente la misma de siempre, si no fuera porque hoy me he dado cuenta de que hay un tercer personaje, que se llama Cristo, y que también forma parte de esto. Y que, de cualquier manera, es el que da sentido a todo. Al fin y al cabo, cuando las cosas estaban difíciles, cuando nadie me podía ayudar, Él lo hizo. Cuando nadie creía en mí, Él creyó. Cuando parecía que nada tenía solución, Él me enseñó que sí. ¿Se puede pedir algo más que alguien que te ama tanto que dio la vida por ti? ¿Se puede tener algo más que la Amistad de alguien que te ha regalado todo este tesoro? ¿Qué más necesito? ¿De qué voy a tener miedo? Me lo repito a mí misma una y otra vez, mientras pienso: "ay, pequeña....te queda tanto que aprender..."

sábado, 4 de febrero de 2012

11 meses

11 mesesitos hace ya. Tenía en mente dedicarle unas palabras cuando hiciera un año, pero como soy impaciente y cabezona, no puedo esperar, así que lo hago ahora.
Un día como hoy, hace 11 meses, llegué a una casa en La Zubia, con una gente a la que no conocía, a hacer algo que llamaban un Cursillo de Cristiandad, del cuál había escuchado poco hablar. Recuerdo que de última hora casi me arrepentí de haber dicho de ir, porque me daba una pereza impresionante tener que hacer la maleta, tener que intentar conocer gente nueva, y todo sin tener ni idea de para qué me iba a servir a mi aquello. 
El caso es que sin saber cómo ni por qué, me planté aquel viernes en el Palacio de Congresos, con mi maleta, esperando encontrar al grupo de gente con el que iba a compartir aquel fin de semana, sin saber que iba a compartir mucho más que eso...
¿Qué contar sobre aquellos 3 días? La verdad es que me doy cuenta de que tengo muchas lagunas en cuanto a qué hicimos, o qué me dijeron, pero en cambio sí recuerdo exactamente qué sentí en cada momento. Recuerdo que la primera noche me llevé un palo bastante grande, porque alguien me echó abajo el pequeño cimiento sobre el que yo edificaba mi vida, y me dí cuenta de que había demasiadas cosas en mi vida que no me hacían ninguna gracia. Sí, a mí si me disteis la noche. Y recuerdo que aquella noche me sentí profundamente sola y perdida. 
El día siguiente fueron demasiadas cosas juntas, y yo estaba hecha un lío. Y conforme pasaba el día, yo estaba cada vez más desorientada. Sólo sabía que no quería seguir con la vida que llevaba hasta ahora, que en el fondo era tremendamente infeliz, que actuaba por inercia, y que era una egoísta de poca monda. Y yo me hacía llamar cristiana....y yo creía que tenía fe... y yo creía que sabía algo de aquello... Y aquellas personas, que ya empezaban a tener nombres propios y me eran un poquito menos desconocidas, me decían que daba igual, que Cristo me amaba y que se podía empezar de nuevo... Pero el problema es que yo no me podía perdonar a mí misma...
Hasta el domingo, cuando el Señor me perdonó y yo conseguí perdonarme también. Y decidí que sí, que empezaría de cero. Tenía un lío en la cabeza bastante considerable, pero también tenía la esperanza de que aquello no se iba a acabar en aquel fin de semana. El Señor llevaba toda mi vida buscándome, de eso estaba segurísima. Y ahora que quería conocerlo más que nunca, no me iba a dejar sola.
Durante aquella clausura, me dijeron que las cosas no iban a ser fáciles, que ahí fuera había dificultades (yo ya ni me acordaba de que fuera de aquella casa había vida), pero yo estaba tan segura de que iba a cambiar mi vida a partir de entonces que no hice mucho caso. Por supuesto, después me pegué un batacazo enorme, pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.
Lo importante, es que aquel fin de semana fue el principio de algo nuevo. Que aunque yo en aquel momento no me enteraba de nada (de eso me empiezo a dar cuenta ahora), algunos meses después las cosas empezarían a verse más claras. Que muchos de los que conocí aquel fin de semana, ahora sois parte insustituible de mi vida. Y sobre todo, que aquel fin de semana, por primera vez, alguien me dijo que era imprescindible, insustituible, y que Cristo contaba conmigo.